Los niños con ECM también necesitan límites
En la vida cotidiana se dan numerosas situaciones donde nos vemos incapaces de hacer cumplir las normas que hemos deseado imponer a nuestros hijos y muchos de nosotros nos preguntamos, en situaciones conflictivas, hasta qué punto debemos mantenernos fuertes o dar el brazo a torcer, hasta qué punto debemos exigir el cumplimiento de esas normas.
Esto puede ser aún mucho más conflictivo cuando se trata de un niño con un ECM, con el que tendemos inconscientemente a la sobreprotección y a ser más benevolentes frente a los deberes y obligaciones que tiene, como cualquier otro niño.
¿Debemos poner normas o no debemos ponerlas?
Para poder desarrollarse psíquicamente, cualquier niño necesita seguir unas normas que le sirvan de punto de referencia.
Hace unas décadas se creyó que era importante educar en el "dejar hacer", la libertad total, y hoy día se ha visto que, a largo plazo, es más perjudicial el extremo de dejar hacer que el extremo de una educación autoritaria.
Una educación excesivamente permisiva creaba, a la larga, más sujetos con alteraciones de la conducta y de la relación, que una educación excesivamente autoritaria, pues el niño carecía de puntos de referencia para orientar su conducta.
La educación implica, pues, establecer unos límites claros de lo que se puede y de lo que no se puede hacer, y enseñar a ser responsable.
El niño poco a poco irá interiorizando, es decir haciendo suyas, las normas que rigen en la vida familiar y social. La interiorización de estas normas le permitirá saber qué hacer en cada ocasión, cómo se debe hacer, y cuándo se debe hacer. Es decir serán un punto de referencia para orientar su conducta.
¿A un niño con un ECM también hay que darle unas normas?
Un niño con un ECM es un niño como todos, con algunas posibles limitaciones (físicas, psíquicas o debidas a su tratamiento) que hay que considerar en el momento de poner las normas, pues hay que adaptarlas a su madurez intelectual y emocional.
No obstante, hay que evitar la sobreprotección y procurar educarlo en un marco de la mayor normalidad, ya que su vida transcurrirá en sociedad (familia, escuela, trabajo, si es posible) y debe aprender a adaptarse a ella lo antes posible.
Así, ¿son beneficiosas las normas para cualquier niño?
Las normas son beneficiosas, porque ayudan a crecer en la confianza, la seguridad y la autoestima. El niño, si cumple las normas, está seguro de que lo que hace lo está haciendo bien y esto le da confianza y le aumenta la autoestima.
¿Las normas, no le producen frustración al niño?
Un cierto grado de frustración es necesario para el desarrollo psíquico del niño, ya que la frustración enseña que no todo se puede tener, ni todo se puede hacer en todo momento.
La frustración ayuda a adaptarse a la realidad.
¿El niño es responsable de forma innata o la responsabilidad se adquiere?
Conseguir que los niños sean responsables es una tarea que requiere tiempo. La responsabilidad no es una capacidad con la que el niño nace, sino que se aprende y como todo aprendizaje conlleva aciertos y errores y por ello no hay que esperar resultados inmediatos, sino a largo plazo.
¿A qué edad se pueden comenzar a poner normas en el niño?
En realidad el inicio de los límites o normas lo encontramos ya en el primer año de vida, cuando la madre dice "no, no" a su bebé para evitar conductas inapropiadas.
Estas normas, que primero son externas, el niño las irá internalizando progresivamente y haciéndolas propias.
Las normas son muy necesarias, sobre todo en los niños pequeños, ya que les ofrece un modelo de conducta donde orientarse, sentirse seguros y prepararse para situaciones futuras.
Los padres con las indicaciones de lo que se puede y de lo que no se puede hacer, irán marcando poco a poco, el camino del niño hacia la socialización.
¿Es difícil para los padres poner normas?
A pesar de saber de lo beneficioso de los límites a veces a los adultos les es difícil imponérselos a sus hijos.
Hay padres que no saben decir no, unos por miedo a parecer autoritarios o porque les es difícil tolerar el sentimiento de ser vistos como poco comprensivos; otros porque recordando sus experiencias infantiles negativas desean actuar absolutamente de forma diferente a sus propios padres; otros por culpabilidad porque tienen poco tiempo para dedicarles y entonces optan por satisfacerles; otros porque confían poco en las capacidades del niño y los sobreprotegen.
Y en la práctica ¿cómo deben ser las normas? ¿qué características deben tener?
a) Las normas deben ser sencillas y comprensibles, adecuadas a la edad del niño, a su madurez emocional y a sus habilidades, sino el niño puede pensar que son injustas y no comprender su necesidad.
b) No deben ser excesivas es mejor establecer pocas pero claras y no cambiarlas según nuestro estado de ánimo.
c) Hay que ser coherente y no caer en el error de corregir unas veces sí y otras no, pues esto desconcierta al niño.
d) El niño debe conocer las consecuencias de lo que puede ocurrir si no las cumple y esto, no para que tenga miedo, sino para que comprenda la importancia de las normas. Y una cosa importante, no hay que lanzar amenazas que luego no se cumplirán.
e) Hay que saber distinguir, si no se cumplen las normas, cuando ha sido por accidente y cuando por provocación.
f) Y finalmente, señalar que las normas es mejor formularlas en positivo mostrando lo positivo de las prohibiciones. Es más eficaz educar en positivo, es decir, señalando más lo bueno que lo malo, pues en líneas generales el éxito trae al éxito y el fracaso al fracaso, y si el niño sólo oye cosas malas de él acabará pensando que es malo.
Mª Eugenia Fusté, Psicóloga infantil, Unidad de ECM, Hospital Sant Joan de Déu - Barcelona
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